Jul 19 , 2020
Hacía una historia del Surrealismo en Chile
Escrito por: Aldo Alcota
“Más ya va siendo hora de acometer una obra que esclarezca por fin y por completo la crisis de las artes de que somos testigos: escribir una historia de la poesía esotérica”.
Walter Benjamin
CAPITULO 1. Introducción.
La historia del Surrealismo en Chile exige, desde hace tiempo, la urgente posibilidad que sea contada en su máxima integridad. Existe la necesidad de abarcar todo su esplendor vanguardista, ocurrido durante décadas. Ha sido difícil, más en un país de “frágil memoria” (título además de unos de los libros de poesía de Enrique Gómez-Correa). No ha faltado la indiferencia y denostación de cierto mundo académico –ungidos en hegemónicas teorías artísticas- hacia esta intrépida deriva. Pareciera ser que una llamada “cultura oficial” está dispuesta a silenciar episodios claves de esas coordenadas del ensueño, rizomas de la experimentación que mantienen su acogida en los márgenes hace ya un largo ciclo, relegado a un rincón como si fuera un niño porfiado, o un mutante de una dimensión insólita, castigado por sus coléricos juegos que sacan de quicio a un grupo de severos adultos.
La aparición hace unos meses del colectivo Cisne Negro, formado por los artistas Óscar Barra, Iván Véliz Villalobos, José Duarte y Aldo Alcota, apoyados por Galería de Arte Tarquinia de Concón, puede ser una buena excusa para trazar en esta “píldora hecha crónica”, las vicisitudes de “este secreto poco conocido” en palabras de Octavio Paz (refiriéndose al Surrealismo). Es indispensable que ocurra un sortilegio, como en una bella película de Méliès, y así este movimiento sea visto no como un ejercicio excéntrico de cadáveres exquisitos, “ejercicios de salón” como dijeran por ahí o enumeración de sueños, y menos como una asociación de amigos que necesitan un carnet para entrar a ese mundo de lo fabuloso (no estamos ante un club social ni nada de aquello); es más que eso, estamos ante una forma de vida donde hubo cambios en los destinos del arte, la poesía y el pensamiento. Y está a disposición de los creyentes en la libertad del espíritu humano, en concordancia con la recordada frase de Rimbaud “Cambiar la vida”.
Cisne Negro se atreve a heredar toda esta frecuencia profética e imaginativa, todo un titán griego estilo Atlas al sostener sobre sus hombros un mundo postergado en los manuales y libros de arte chileno. ¿Hacia dónde se dirige Cisne Negro entre todo este panorama de ingratitud, insertado aún en el siglo XXI? Pensemos en sus cuatro integrantes, en sus talleres, día y noche, rodeados de soledad y silencio, dispuestos a caer en el arrebato creativo, sin aflojar, entre el versátil desvarío y una operación de trazos y colores plagados de indagaciones mitológicas, biográficas, de signos y formulaciones ancestrales en su mágica palpitación, entusiasmados de concebir iconografías de junglas estelares desde esta parte de Latinoamérica (o Abya Yala). Pensemos en Alcota y Duarte, en su pasado como activos participantes de las muestras que organiza la revista y grupo Derrame (herederos indiscutibles del grupo La Mandrágora); pensemos en Barra, con su pasada trayectoria pictórica en Grisalla, reunión de varios pintores de Concepción acoplados a una figuración fuertemente híbrida y colorida, y que según Barra es “un rescate de la buena pintura sobre tela y una continuidad de una tradición pictórica hermanada con la generación del trece y de Forma y Espacio, con arraigo principalmente en el Surrealismo”. Pensemos en Véliz Villalobos, dispuesto a recibir esas citadas luminiscencias del ingenio. Cisne Negro tiene una robusta cimentación: experiencia y conocimiento. El ave levanta sus alas. La invención de otros mundos está echada.
CAPITULO 2. Génesis del Surrealismo en Chile. Nacimiento del grupo La Mandrágora.
Vayamos a la génesis de todo. Al grupo La Mandrágora. A Enrique Gómez-Correa, Jorge Cáceres, Braulio Arenas y Teófilo Cid y a los siete números de la revista del mismo epíteto. A las exposiciones internacionales organizadas por estos cuatro afiebrados poetas que irrumpen en la escena cultural de Santiago, en 1938, con una lectura de sus poemas en el Auditorium de la Universidad de Chile. La Mandrágora -nombre de una planta solanácea con poderes mágicos y medicinales, naciente bajo las horcas de los condenados y que puede adoptar una forma femenina y masculina- encarna una alquímica rebeldía contra toda banalidad y falta de humanidad en la sociedad. Esta agrupación tiene un valioso intercambio epistolar con André Breton y otros surrealistas alrededor del mundo. Eso robustece aquellos lazos, junto con los significativos viajes de Gómez-Correa y Cáceres a Europa (París, Bruselas y Praga) en distintos años, donde se relacionan con René Magritte, Toyen, Jacques Hérold, Victor Brauner y con el mismo autor de Los Manifiestos y Nadja.
Tal como lo señala Stefan Baciu, La Mandrágora es “una de las más genuinas corrientes poéticas del continente americano”. Pero antes de todo, no olvidar el nombre de Vicente Huidobro, piedra fundacional de la vanguardia en Chile, padre del Creacionismo, quien arenga en su texto Non serviam de 1914: “Hemos cantando a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos creadores”. Su premisa es concebir otro cosmos y sus textos no se cansan de seguir esos designios, al pie de la letra, siempre fiel a su personal mecanismo imaginativo, a su cosmopolitismo, con la idea de pregonar su transformador proyecto poético por el viejo continente en las primeras décadas siglo pasado. Huidobro, “poeta y mago” tal como se define a sí mismo, colabora en revistas parisinas y madrileñas, tiene nexos con Pierre Reverdy, Joan Miró, Guillaume Apollinaire, Juan Larrea, Teresa Wilms Montt, Guillermo de Torre. Un visionario y testigo de la escena de avanzada europea, que pinta poemas (un precedente de la poesía visual), retratado por Hans Arp, Pablo Picasso y Juan Gris. Y como dejar de lado a los escritores Juan Emar y Joaquín Edwards Bello, otros dos baluartes de lo moderno. Peregrinan por París en la misma época de entreguerras, en busca de esas rompedoras estéticas y postulados contra lo establecido y el gusto decimonónico, es decir, las proclamas encadenadas al Dadaísmo y Surrealismo. Que desaparezca la métrica, que desaparezca el realismo de los paisajes campestres. Que caduque esa obediente razón resguardada en un suntuoso salón. Llega la hora de una nueva belleza, embelesada por los automóviles y luces de neón, las conversaciones en cafés, la teoría de la relatividad; aquella de Rimabud y sus injurias, la del encuentro fortuito entre una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección. Maldoror aplaude.
La Mandrágora ve en Huidobro un padrino, un mentor, un amigo. Le visitan cuando ya está de regreso en Chile, aunque el tema del automatismo provoca discusiones, más los choques de egos. La Mandrágora lee a los románticos alemanes, Lautréamont, Sade, Villon, Mallarmé, Baudelaire, Hegel, Freud, los manifiestos de su amigo Breton, las publicaciones de arte y literatura que en ese momento se editan al otro lado del charco; y Pablo de Rokha, otro referente para estos liróforos y mandragóricos, autor en 1926 de U, libro antipoético según Braulio Arenas y una de las primeras obras de vanguardia editada en suelo nacional, con un lenguaje explosivo y ataviado de una gran carga futurista y surrealista. Aquella planta del Surrealismo crece día a día y no tarda de cuestionar el provincianismo que aqueja al Chile de ese tiempo.
El anhelo de La Mandrágora siempre fue establecer vínculos con otros surrealistas en el exterior, potenciarlos y hacer de sus postulados un fenómeno de repercusión internacional. Existe esa curiosidad ante lo sucedido al otro lado de la cordillera y el intercambio de visiones frente al Surrealismo, aunque el grupo no renuncia jamás a su pertenencia a la loca geografía nacional, con sus volcanes, mares, vegetación y terremotos, incluidos en su ideario, en su llamada Poesía Negra junto a Eros, sus fantasmagorías y sus desgarrados onirismos. Lo telúrico podría ser una de las pilastras cruciales de ese templo de la imaginación, un elemento poético y anímico que está también en Roberto Matta, Derrame y ahora en Cisne Negro (el desaparecido teórico Guillermo Machuca ya sentencia hace unos años que el único hito para producir arte aquí es el terremoto y el tema de Chile es el paisaje, exuberante y violento).
Vayamos a los años cuarenta. Es el decenio por excelencia de las exposiciones surrealistas en esta zona de América. Se inaugura, en 1941, la primera muestra del Surrealismo en la Biblioteca Nacional. Los expositores eran Arenas y Cáceres, quienes no sólo se dedican a escribir; también en sus universos del artificio se gestan collages, dibujos; incluso Cáceres, llamado el “delfín de La Mandrágora”, es bailarín profesional de ballet clásico (integrante de la compañía de Ernst Uthoff), uno de los fundadores del Club de Jazz de Santiago y parte de los precursores de la actual performance.
Continuemos en este recorrido. Es 1943. La Mandrágora hace otra presentación de sus trabajos en la galería del psiquiatra Enrique Rosenblatt, fiel aliado del grupo y quien comparte con ellos conceptos afines en materia intelectual y de vida. El destino del surrealismo chileno está destinado a marcar la historia de la cultura y se robustece en 1948 con la exposición en Galería Dédalo. Veo por internet su catálogo. Está a la venta (promocionado en la web de una librería de Cantabria, España). Los años han hecho estragos en algunas de sus páginas. Impresiona leer la la lista de los artistas participantes, nombres universales: Wifredo Lam, René Magritte, Toyen, Leonora Carrington, André Masson, Roberto Matta, Arshile Gorky, Salvador Dalí, Hans Arp, Victor Brauner, Jacques Hérold, Óscar Domínguez, Madelaine Novarina, André Breton, Yves Tanguy y vuelve a repetir Arenas y Cáceres. Un acontecimiento que trae a Santiago lo mejor de la modernidad (herencia baudeleriana). Es la primera exhibición donde se congrega a surrealistas de diversos países y su magnitud supera a las actividades del Grupo Montparnasse, que también habían realizado una muestra internacional en 1925. Pero con La Mandrágora se deja clara una primicia: ver el mundo desde otra perspectiva. El montaje no era solo colgar cuadros (ahí ya el Grupo Montparnasse quedó superado). Lo duchampiano con el cruce de cuerdas blancas en una de sus salas y la interacción del público con maniquíes que invitan a ser tocados, renueva el espacio expositivo. Germina una raíz como prolegómeno a futuras expresiones de la experimentación en el país (pienso en el grupo Signo y en el C.A.D.A, por ejemplo). ¿Se pueden tapar estos datos del Surrealismo con un dedo?
CAPITULO 3. Historia del grupo La Mandrágora y manifestaciones artísticas afines.
Llega 1951. Ha muerto Cáceres y Cid toma otro rumbo, alejado de La Mandrágora. Las diferencias y conflictos son inevitables siempre en un grupo. Se inaugura en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura una nueva exhibición y muchas de las obras pertenecen a la colección de Arenas y Gómez-Correa (ya habían sido mostradas en 1948, en Galería Dédalo). Se unen otras figuras de la galaxia surreal: Kurt Seligmann, Tristán Tzara, Claude Tarnaud, Nush y Paul Éluard, Pablo Picasso… Después, en 1968, el Museo de Bellas Artes trae una colectiva bajo el título Surrealismo, homenaje a Magritte. Está Leonora Carrington, Valentine Hugo, Hans Arp, Toyen, Óscar Domínguez, Jacques Hérold, Wifredo Lam, Arshile Gorky, André Breton, René Magritte, Jorge Cáceres y Roberto Matta. Antes de finalizar los sesenta, considerando la muerte de Breton en 1966 como animador del movimiento, se arrojan algunas reflexiones e interrogantes sobre el legado del Surrealismo y su futuro. Todo indica que sigue, siempre firme en sus convicciones, con nuevos protagonistas en Chile como Ludwig Zeller y Susana Wald, quienes tuvieron una estrecha amistad con La Mandrágora. La expansión de este proyecto arrollador se percibe además en el trabajo solitario de Emar con una escritura febril, de alucinante imaginación, deslumbrante al igual que su obra visual. O en el Quebrantahuesos en 1952, especie de diario mural del delirio (armado con la técnica dadaísta y surreal del recorte de periódicos), llenas de humor poético y pegadas en distintos puntos del centro de la capital por sus autores Enrique Lihn, Nicanor Parra y Alejandro Jodorowsky, una tríada iconoclasta (posteriormente aparecieron las fotografías de todo esto en la revista Manuscritos de 1975, dirigida y editada por Cristian Huneeus y Ronald Kay). Jodorowsky al igual que Matta, han engendrado una sólida trayectoria en el exterior. El Surrealismo ha sido escuela de vida para ellos dos. Jodorowsky en su renovada versión Pánica, junto con Fernando Arrabal y Roland Topor en el París de los sesenta y posteriormente en México con la realización de sus películas; Matta, la semilla y el agua que permite el crecimiento de un árbol colorido y gestual llamado Escuela de Nueva York (también con intervención de André Masson que junto con Roberto Matta comparte exilio estadounidense), hasta llegar a convertirse en una gran personalidad del arte mundial, con residencia entre Francia e Italia. Incluso, Matta fue inspirador para el origen del Infrarrealismo en México, agrupación de poetas donde hay dos chilenos: Bruno Montané y Roberto Bolaño. La relación es descubierta por Jaime Moreno Villarreal al conocer un libro de Jean Schuster (brazo derecho de Breton en su última época y amigo de los fundadores del movimiento Phases, Édouard Jaguer y Anne Ethuin) titulado Développements sur l’infra-réalisme de Matta (Eric Losfeld, 1970), donde el surrealista francés reúne las ideas difundidas por el autor de El espejo de Cronos, en el Congreso Cultural de La Habana de 1967. El texto fue leído por Bolaño en su momento, lo que permite dar vida al Infrarrealismo en los setenta, hecho que me lo confirmó personalmente Bruno Montané en su visita a Chile, a comienzos de este año.
Ludwig Zeller y Susana Wald junto a Viterbo Sepúlveda, Valentina Cruz y otras personas organizan en 1970 la muestra colectiva El entierro de la castidad, en la Vicerrectoría de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica. En el frontis de esta casa de estudios se ve un letrero donde se puede leer la frase “Surrealismo en Chile”. El montaje era muy singular, con pinturas e imitaciones de pechos femeninos en el suelo. Había que entrar a la sala sin calzado y se podían contemplar obras de Matta, Nemesio Antúnez, Haroldo Donoso, Carmen García, Enrique Zañartu, toda La Mandrágora, Rodolfo Opazo, Mario Toral, Francisco Parada y los organizadores del evento ya nombrados.
Zeller junto con Wald son parte de las actividades de la Casa de la Luna Azul, ubicada en calle Villavicencio, Santiago Centro. Era un espacio representativo de la contracultura, alimentada por un animado espíritu surrealista, beat y también hippie. Allí se originan charlas y debates sobre la obra de Wilhem Reich, Herbert Marcuse, Hermann Hesse, Sade, Martín Luther King, exhibiciones de pintura (exponen Mario Murúa y Gonzalo Cienfuegos), teatro y se experimenta con LSD. Tanto Zeller como Wald, junto con el artista Hugo Marín, el psiquiatra Rolando Toro, el poeta y dibujante Enrique Lihn y un sinnúmero de animadores coordinan una serie de propuestas. Pero todo acaba con la polarización política y el fin de la democracia en septiembre de 1973. Tanto Zeller y Wald, quienes son pareja, deciden partir a Canadá donde fundan Oasis Ediciones, continuando con la labor de difundir el Surrealismo, tanto americano como europeo. Después continúan su periplo en México, estado de Oaxaca. Desde allí mantendrán su centro de operaciones con publicaciones, como la revista Vaso Comunicante y muestras de arte, sumado a periódicos viajes a Chile a partir del dos mil.
CAPITULO 4. La irrupción de Derrame.
El relevo y la aparición de nuevos herederos de La Mandrágora, al igual que Zeller y Wald, concede el milagro en 1996, un año después del fallecimiento del último mandragórico con vida, Enrique Gómez- Correa. La aparición del primer número de la revista Derrame (bautizada así por uno de sus fundadores, Rodrigo Hernández Piceros, cuando advierte en su casa el derramamiento de una copa de vino sobre la portada de Altazor de Huidobro), es crucial en la permanencia de esa revuelta, que según Breton, tiene tres derroteros: poesía, libertad y amor. En la Facultad de Periodismo de la Universidad Andrés Bello, en calle República, Derrame surge para seguir reivindicando el Surrealismo. Es un año que celebra el centenario de Breton. Rodrigo Hernández, Aldo Alcota y Roberto Yáñez son parte inicial de este castillo encantado y de colosal originalidad. Derrame es revista y grupo a la vez. Existen además referentes de anteriores publicaciones de tendencia surrealista tales como A Contramar y Entreguerras, que motivan a estos tres amigos concebir la propia. Y un hito clave: la relación de mutua connivencia y admiración entre la poeta Stella Díaz Varín y Derrame. Ella es clave como apoyo espiritual, figura imprescindible de la literatura nacional, parte de la generación del cincuenta junto a Lihn, Jodorowsky, Edwards, Lafourcade, Marín. Una madre-maestra de Derrame, cuyo vínculo con Díaz Varín dura años, hasta su muerte en 2006.
En esa misma casa de estudio, Hernández Piceros tiene clases de Historia del Arte con Jorge Leal Labrín, quien está de regreso en Chile hace ya un tiempo, llegado desde Francia, donde tiene un estrecho contacto con Matta y Jaguer de Phases (movimiento que alea, desde 1952, el quehacer surrealista con la abstracción lírica y el art brut). Leal Labrín es parte de la revista Ojo de Aguijón en la capital francesa y escribe en los primeros números de Derrame, poniendo en contacto a Alcota y Hernández Piceros con Jaguer, donde se genera una intensa relación epistolar. Así se amplía la red de contactos a nivel planetario. En 1999 Alcota ingresa al taller del artista Mario Murúa, otra figura clave en el Surrealismo, aunque Murúa se ha definido siempre como un “caníbal de la imagen”, independiente del dogma bretoniano. Funda en el París de los ochenta el grupo Magie Image junto a Saúl Kaminer, Heriberto Cogollo, Carlos Aresti, Leoncio Villanueva, Alonso Cuevas y Eduardo Zamora. Estos creadores de Chile, Perú, México, Colombia y República Dominicana proponen una fresca mirada latinoamericana del arte, a través de la poesía, las culturas precolombinas y una nueva figuración llena de riesgo pictórico y ferocidad técnica. Matta no duda en apadrinarlos y les nombra sus sucesores oficiales. La historia del Surrealismo a la chilena, nuevamente se expande en múltiples direcciones y tal como dice Jaguer “los que deben encontrarse se encuentran”.
Con todo este saber y un sinnúmero de redes que ya existen en 1999 con el segundo número de la revista, llegan más colaboradores como Carlos Sedille, Rodrigo Verdugo, Samuel Ibarra, Cristián Arregui Berger, Milan Bodis-Suckel, Constanza Castro, Claudio Rodríguez, Ernesto Gallardo, Piero Montebruno, Héctor Hernández Montecinos, Daniela Gallardo Zderich, Paula Ilabaca, Christian Schmidt… Se diversifican las temáticas culturales en Derrame y Sedille junto a Verdugo pasan a formar parte del núcleo grupal con Alcota, Hernández Piceros y Yáñez. Derrame logra ocho números, de 1996 a 2012, y a lo largo de ese tiempo harán presencia activa e incondicional Miguel Ángel Huerta, Enrique de Santiago, Iñaki Muñoz, José Duarte, Jimmy Watts, Daniel Madrid, Bessie Porta, Braulio Leiva, Magdalena Benavente Vio y Carlos Delgado (como todo colectivo, surgen más desafíos y a la vez deserciones, junto con la entrada de más adeptos al pancrasio surrealista). Cabe resaltar que Derrame es un grupo y luego pasa a ser movimiento con la llegada de Madrid y Porta, provenientes del mundo teatral y admiradores de Arrabal y Pánico. La intención es ampliar los horizontes y la trascendencia de este colectivo. En 2005 se celebra Phases-Derrame, exhibición organizada por Derrame, Jaguer y Ethuin. El logro de este proyecto en Galería Artium tiene muchos factores a favor, desde el primer viaje de Alcota a París en 2001 y sus visitas junto a Sedille al domicilio de Jaguer, lo que estrecha aún más la amistad. Eso permite asentar más las confianzas, junto con la entusiasta energía demostrada por el resto de Derrame, con el fin de mantener vigente la llama de la poesía.
Las exposiciones Derrame se dan asimismo en España, en la Fundación Granell de Santiago de Compostela, apoyados por su directora Natalia Fernández, hija de los surrealistas Eugenio Granell y Amparo Segarra. Derrame cono sur o el viaje de los argonautas de 2005 es un suceso del Surrealismo chileno y latinoamericano en tierras gallegas, que cuenta con la participación de Aldo Alcota, Roberto Yáñez, Enrique de Santiago, Gladys Gómez, Víctor Chab, Miguel Ángel Huerta, Carlos Sedille, Alejandro Puga, Iñaki Muñoz, Konrad Zeller y Rodrigo Verdugo. Nuevamente destaca el carácter universal de Derrame, al igual que sus maestros mandragóricos. En 2007 se lleva a cabo Sonámbula, muestra colectiva promovida junto al mexicano Enrique Lechuga, en la misma Fundación Granell.
Al seguir en el Chile del 2006, la Galería Taller de Rokha cobija la muestra Homenaje a Édouard Jaguer y La Voz del Animal Metafísico (esta última siguió después una itinerancia por el Centro Cultural de El Bosque). Marcelo Bordese, Grupo Errorista (Federico Zuckerfeld, uno de sus animadores, mantiene contacto con Derrame), Víctor Chab, Virginia Tentindo, Rodrigo Adaos, Aldo Alcota, Miguel Ángel Huerta, José Duarte, Enrico Baj, Enrique Lechuga, Ludwig Zeller, Susana Wald, entre otras y otros forman parte de estos múltiples eventos en la sala que gestiona Emiliano de Rokha, nieto de Pablo de Rokha. Se cuenta en esa ocasión con dípticos y tarjetones impresos, y apariciones en la prensa, tanto en Las Últimas Noticias y La Nación. Este segundo periódico fue clave en varias exhibiciones donde estuvo Derrame, gracias al apoyo del gestor cultural Martín Huerta, quien cede la enorme sala que alberga el edificio donde estaba ubicado este medio de prensa, con el propósito de realizar actividades artísticas. Ya en 2010, Enrique de Santiago junto con La Nación y el resto de los
integrantes de Derrame que van quedando, se da marcha a Umbral Secreto, un evento de gran magnitud que contó con obra de más de cien expositores y la presencia en Chile de invitados importantes como Natalia Fernández, Juan Carlos Valera, Carlos M. Luis, Jorge Kleiman, Mario Murúa y Fernando Palenzuela. El Museo de la Solidaridad Salvador Allende junto con La Nación en Santiago y el Edificio Consistorial y la Galería Municipal de Valparaíso en la quinta región, son los espacios elegidos para este encuentro de cultura surrealista. Allí se concentra toda la historia de Derrame, su consolidación y su lugar en una historia del arte fuera de toda oficialidad. El manifiesto hecho sueño tiene un último número de la revista en 2012, con un homenaje al pintor y poeta portugués Cruzeiro Seixas. Posteriormente, el Museo Nacional de Bellas Artes inaugura Papeles surrealistas. Dibujos y pinturas del Surrealismo en las colecciones del MNBA en 2013. Con la muerte de Hernández Piceros (febrero de 2019) se da término a Derrame como agrupación.
Siempre las páginas de la publicación, y es bueno destacar una y otra vez, acogen autores de muchos rincones del mundo, procedentes de todas las manifestaciones experimentales y vanguardistas por haber: Enrico Baj, Arrabal, Francisco Copello, Alberto Kurapel, Antonio Silva, Gabriela Trujillo, Jorge Camacho, Margarita Camacho, Jean Benoît, Marcia Mogro, Glòria Bordons, Pastor de Moya, Armando Uribe, Joan Brossa, Artur Cruzeiro Seixas, Verónica Cabanillas, Carlos Montes de Oca, Javier Bello, Franklin Fernández. Lo internacional es el signo lumínico de Derrame.
CAPITULO 5. Nacimiento de Ojo Salvaje y Cisne Negro.
En marzo de 2019 se hace un homenaje a Hernández Piceros, en la Biblioteca Nacional. Un mes después se inaugura Abya Yala (sala de exposiciones de la Universidad de Talca en la capital), que retoma el distintivo cosmopolita de las pasadas actividades de Derrame y de Umbral Secreto. Se invita a artistas de México, Perú, Chile y Argentina a exponer como Ricardo Terrones, Magdalena Benavente Vio, Miguel Ángel Huerta, Jacki Práxedes, Adrián Marcucci, Óscar Barra, Iván Véliz Villalobos, Saúl Kaminer, Aldo Alcota, José Duarte y Sergio Mancilla. En septiembre este proyecto se metamorfosea con un nuevo título, Ojo Salvaje, y se desplaza desde la Sala Ximena Cristi de Recoleta hasta el Comisionado Dominicano de Cultura en Nueva York, gracias a las gestiones de Miguel Ángel Huerta y Jimmy Valdez. En este último lugar se une Virginia Tentindo, amiga de Derrame, representante del surrealismo argentino, integrante del taller de Batlle Planas en la Buenos Aires de los cincuenta junto a Julio Silva, Roberto Aizenberg y amiga de Julio Cortázar en París. En Alemania, Yáñez, antiguo miembro de Derrame, prosigue sin cesar con su obra poética y plástica (con una exitosa exposición en 2013, realizada en una prestigiosa galería de Berlín), siempre fiel a los libres preceptos del Surrealismo y con la intención de publicar este 2020 su nuevo libro titulado Poemas Trizados, por Editorial Ultramarina de España-México. Recalcar asimismo el vigente quehacer artístico de Magdalena Benavente Vio con una pintura muy expresiva y la elaboración de sus imaginativas cajas que la acercan a los universos de Joseph Cornell, Alan Glass o Juan Luis Martínez; igualmente Jaime Alfaro Ngwazi en Coquimbo, eximio creador que siente un estrecho vínculo con el Surrealismo y colaborador en algunos proyectos expositivos, editoriales y performativos con Alcota, de Santiago y Hernández Piceros.
En estos momentos Cisne Negro coge este archivo del deseo surrealista con el fin de reinterpretar y adoptar los acontecimientos sucedidos en lo más profundo de su esencia. Ahora llega la ocasión de seguir en esa latencia azarosa, unión de los contrarios existenciales y ahondar en esos secretos del inconsciente, motivados por la conquista de un arte que aflore fuera de todas las convenciones decorativas. El proyecto Cisne Negro a pesar de estar en ciernes, ya admite ser represente del actual Surrealismo chileno. Vigor creativo no le falta y todo su empuje expresivo reside en un poder de la imagen, con la intención de provocar y perturbar a cualquier realidad normativa. El talento de la extrañeza hace presencia. Es hora de emprender el despegue a los firmamentos estrellados del Surrealismo y continuar la hazaña, sin decepcionar al pasado.